Convencer, inspirar, o simplemente lograr que se genere confianza en en las personas, empresas y negocios, depende directamente de la capacidad de comunicar los mensajes y las ideas con claridad, de forma que los receptores de lo que ha transmitido comprendan con nitidez.
La comunicación es el instrumento por excelencia para hacernos entender, al grado que la gran mayoría de las dificultades de las organizaciones o en la familia, surgen de problemas de entendimiento entre los emisores y los receptores del mensaje debido a que este no fue expresado o entendido con la claridad y la efectividad requeridas para que el oyente, o receptor, comprendan su contenido e intención.
A nivel personal, los elementos básicos que determinan la calidad de los mensajes son las palabras, el tono de la voz y el énfasis empleado en las palabras y el lenguaje corporal. Las palabras representan menos del 10% del mensaje en tanto deben estar acompañadas de la congruencia y consistencia que el mensaje tiene al acompañarse del tono de voz y el lenguaje corporal utilizado. La falta de congruencia entre estos elementos provoca confusión en receptor y genera “ruido” en la comunicación, pues produce interpretaciones al mensaje que derivan en la incompresión correcta del mismo.
Por ejemplo, al comunicar una idea, el énfasis en la misma y el tono de voz utilizado puede llevar a que una persona se sienta ofendida, siendo que el problema no sean las palabras usadas, sino el tono en que fueron expresadas. O bien, en el caso del lenguaje corporal, la postura, el contacto a los ojos, o la atención con que se dicen las cosas, afecta la percepción de las personas ante lo que se les intenta decir.
Lo mismo pasa en las comunicaciones escritas. Por ejemplo, los mensajes de texto, al no contar con el tono y el énfasis, ni el lenguaje corporal, pueden provocar importantes confusiones cuando se envían, pues elementos como el fraseo, la redacción, el tipo de fuente utilizada, las faltas ortográficas o el abuso de emojis, conducen a que se generen malentendidos con frecuencia.
En un época donde las relaciones laborales y personales se expresan a través de diversos medios virtuales como las redes sociales, el correo electrónico, los sistemas de mensajería de texto y las videollamadas, provoca que las comunicaciones estén acompañadas de distintos elementos que, si bien no sustituyen al lenguaje corporal o al tono y énfasis de las palabras con las que se desea transmitir las necesidades, ideas e intereses de las personas, es muy recurrente que los destinatarios o consumidores de nuestras ideas, se formen percepciones erróneas o parciales de lo que ha dicho o escrito.
Así pues, la claridad con que se logre expresar una comunicación es clave para lograr la comprensión esperada de lo dicho. Las confusiones y los malos entendidos surgen principalmente de la ausencia de esa claridad. Esta claridad se ve afectada por situaciones tan variadas como las emociones, los sentimientos, las ideas preconcebidas respecto a los temas que se tratan, la edad o la formación educativa de los emisores y receptores de las comunicaciones y hasta incluso, la calidad de la conexión de internet o el tipo de letra o los colores que se están utilizando para expresarse, en el caso de las comunicaciones virtuales.
La comunicación clara y efectiva conlleva la necesidad de utilizar los recursos de comunicación disponibles de forma acorde a lo que se intenta decir y sobre todo, al objetivo que se desea lograr. Mientras mejor sea, será más fácil lograrse lo propuesto.