El cambio es una constante de la vida de las personas, los negocios y las empresas. Hay cambios graduales que solo son perceptibles después de una etapa de reflexión, como es el paso de ser un adolescente a la adultez; los hay que producen ansiedad o mucha expectativa porque ponen a prueba nuestras capacidades adquiridas, como es el paso de un cargo de la empresa a otro, adoptando nuevas responsabilidades que quizás ya se conocen, pero que no se han experimentado previamente. También hay cambios que por su rapidez o por ser tan abruptos, generan incertidumbre, ansiedad o temor por lo desconocido.
En cualquier momento de nuestra vida profesional o familiar, habrá cambios que, lo queramos o no, alteran el curso de nuestras expectativas, de nuestros planes, o de la propia percepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestro empleo, los compañeros de trabajo, ingresos, etcétera.
El cambio es inevitable
El cambio es inevitable. Nos recuerda todo aquello sobre lo cual no tenemos el control, nos pone los pies sobre la tierra y nos enfrenta a la necesidad de evolucionar para superar los retos que la vida pone como prueba ya sea para mejorar como personas, para hacernos más capaces en alguna actividad, para ascender en la escala del éxito y de las metas que cada uno se ha propuesto o bien, por el solo hecho de recordarnos que nada es para siempre.
La capacidad para adaptarse efectivamente a los cambios es una característica que destaca a los equipos de trabajo altamente efectivos, de aquellos que no lo son tanto. La competencia empresarial, las etapas de crisis, la rotación de compañeros, la transformación para mejorar las opciones de éxito de un negocio, son situaciones constantes e inevitables.
Adaptarse al cambio
Cuando el cambio surge, hay cuatro etapas para superarlo: negación, defensa, aceptación y adaptación. Conforme se llegue a la etapa de adaptación con más claridad, rapidez y efectividad, los equipos de trabajo y sus líderes, tendrán más posibilidades de aprovechar la situación en su favor.
Los líderes tienen el rol de afrontar y de construir los mitos respecto al cambio, tales como que el origen del cambio solo es un problema interno de la organización, que solo afecta a los colaboradores y no a los puestos de mando, o que todos se adaptarán fácilmente a las nuevas circunstancias.
Un líder debe estar preparado para sortear los mitos respecto al cambio, pero también debe estar alerta ante las condiciones nuevas y cómo su equipo mismo está listo para hacerles frente. Debe contar con la capacidad de asumir e introducir las nuevas competencias, de preparar a su equipo para ellas y contar con la visión a futuro para ir estableciendo las medidas correspondientes para que, llegado el momento, sus compañeros y colaboradores, puedan renunciar con más facilidad a las prácticas antiguas, ser flexibles ante lo nuevo, convertirse en promotores del cambio, dominar efectivamente las nuevas tareas y saber a qué dar más prioridad o urgencia y sobre todo, tener la capacidad de adaptar sus respuestas a situaciones cambiantes.
El cambio como aprendizaje
La adaptación al cambio es en sí misma un proceso de aprendizaje que sirve para enfrentar las múltiples facetas de nuestra vida laboral, familiar y personal, pero ello requiere asumir que todo cambio puede ser visto, más que como una tragedia, como una oportunidad de evolucionar y de adaptarse a los nuevos escenarios.
El cambio es un proceso permanente a lo largo de nuestra vida y forma parte natural del desarrollo empresarial, como parte de la constante evolución tecnológica, los tiempos de crisis, la competencia y la evolución personal de cada miembro de los equipos de trabajo.
Quien decide asumir el cambio como oportunidad y no como obstáculo tendrá la ventaja comparativa de poder competir y adaptarse más rápidamente a las cambiantes circunstancias que ofrece el mundo. Para ello, toca asumir que el aprendizaje está a nuestro alcance, pero hay que tomar la decisión.